Los Otros «Benedictos». Segunda parte.

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Benedicto VIII (1012-1024) fue el primero de la familia de los Túsculo en llegar a ser Papa, fue un laico colocado por la fuerza en la silla de Pedro. Una vez que desalojó a su rival, se convirtió en un fuerte gobernante. El 14 de Febrero del año 1014 coronó al emperador Enrique II y mantuvo con él una amistad permanente. La paz en Italia se logró una vez que sojuzgó a la familia Crescentii, derrotó a los Sarracenos y se alió con los Normandos. Para refrenar los vicios de la incontinencia clerical y la simonía, organizó con el apoyo del emperador un importante sínodo en Pavía, y apoyó las reformas que se estaban realizando en el gran monasterio de Cluny.

Benedicto IX (1032-1044), (1045) y (1047-1048) En una época donde el papado era sobre todo un cargo político, subió tres veces al solio, la primera vez con sólo doce años impuesto por el Rey de Bohemia, fue depuesto en 1044. Luego, entre abril y mayo de 1045, fue el Papa de nuevo, y depuesto nuevamente. Finalmente, fue elegido como Papa entre 1047 y 1048. Arrepentido por la vida turbulenta que llevó, se hizo monje de San Basilio y murió lejos del poder.

Teniendo en cuenta la vida disoluta que llevaba, un sector de la ciudad lo expulsó en 1044 en medio de grandes desordenes, y eligió a un antipapa Silvestre III. Sin embargo Benedicto tuvo éxito en expulsar a Silvestre ese mismo año; pero deposito sus funciones en manos del Arcipreste Juan de Graciano, a cambio de una generosa suma de dinero, es decir vendió el papado. Juan fue elegido Papa con el nombre de Gregorio VI (Mayo-1045). Arrepentido por este convenio Benedicto intentó expulsar a Gregorio. Como resultado de todo esto el rey Enrique III se vio forzado a intervenir destituyendo a Benedicto, Silvestre y Gregorio en el concilio de Sutri (1046), y el Obispo Alemán Suidger se convirtió en el Papa Clemente II.

Después de la derrota Benedicto atacó de nuevo a Roma (Noviembre-1047), siendo expulsado otra vez, lo que dio lugar a que otro Alemán se convirtiera en el Papa Dámaso II (Noviembre-1048).

Del fin de Benedicto es imposible hablar con certeza. Algunos autores suponen que aun vivía cuando el Papa León IX murió, y que nunca cesó de luchar por reconquistar el Papado. Lo más probable según tradición conservada por la Abadía de Grottaferrata, y narrada por el Abad Lucas. Entre los escritos de Bartolomé su cuarto Abad (1065), Lucas cuenta de un pontífice aun lleno de vida, arrepentido de sus pecados y buscando a Bartolomé para que le ayudara a componer su desordenada vida. Con los consejos del santo, Benedicto renunció definitivamente al pontificado y murió haciendo penitencia en Grottaferrata.

Benedicto X (1058-1059) Considerado Anti-Papa. Decepcionados y fracasados un año antes en su plan de elegir un papa dócil y sin ambiciones, los nobles romanos y, ante todo, la familia de los condes de Túsculo, quisieron ahora tomarse el desquite. Antes de que transcurriera una semana desde la muerte del papa Esteban X, aprovecharon la ausencia de los cardenales para elegir nuevo pontífice a un Túsculo, el obispo Juan de Velletri, apodado Mincio, que se hizo llamar Benedicto X. Pero ninguno de los cardenales reformistas reconoció su nombramiento. Respaldados por la corte imperial de Alemania eligieron en Siena, el 6 de diciembre del 1058, a Gerardo de Borgoña que tomó el nombre de Nicolás II.

En enero del año 1059, un sínodo reunido en Sutri depuso de todas sus funciones oficialmente a Benedicto X y le expulsó de la Urbe, pero éste se refugió y se hizo fuerte en Galeria, y no se rindió sino después de un largo asedio. En abril del 1060, el sínodo de Letrán le desposeyó de todas sus dignidades eclesiásticas y le hizo encerrar en un convento, donde murió años después, reinando ya el papa Gregorio VII.

Benedicto XI (1303-1304) Entre los hechos más relevantes de su pontificado, está la restauración de la paz con la corte francesa. Después de un breve pontificado de ocho meses, Benedicto murió repentinamente en Perusa, según se dice comiendo higos que le habían regalado. Se sospechó, no sin falta de razón, que su muerte repentina fue causada por envenenamiento, provocado por un agente de Guillermo de Nogaret. Benedicto XI fue Beatificado en el año 1773, como patrón de Europa.

Benedicto XII (1334-1342)

Benedicto XII (1334-1342) Jacques Fournier fue el tercero de los Papas de Aviñón, nacido en Saverdun, Tolosa (Francia). Muy joven ingresó en la orden Cisterciense, como monje en el monasterio de Boulbonne, hasta que se trasladó al monasterio de Fontfroide. Estudió en la Universidad de París donde recibió el doctorado en Teología. Fue nombrado cardenal por el Papa Juan XXII el 18 de Diciembre del año 1327. A la muerte del Papa el 4 de Diciembre del año 1334, la mayoría de los cardenales reunidos en cónclave se oponían al regreso a Roma, desde 1309 los Papas residían en Aviñón, por lo que exigieron al cardenal de Comminges, cuya elección se daba por segura, el compromiso de permanecer en la ciudad francesa. Su negativa provocó una inesperada búsqueda de candidatos. Durante la primera votación el 20 de Diciembre del año 1334, muchos electores, creyendo interpretar el sentir del cónclave, votaron por el desconocido Cardenal Fournier, quien a pesar de ser uno de los pocos hombres con méritos reales en el colegio, era poco probable por ser de origen oscuro, débil de salud y desconocido. A pesar de todo eso, asombró al cónclave al recibir los dos tercios de los votos que eran necesarios. El 8 de Enero del año 1335, fue entronizado como Benedicto XII.

Decidido a restablecer el papado en Roma, Benedicto inició su reinado ordenando la restauración de la basílica de San Pedro y la de Letrán. Estaba dispuesto a aceptar la petición de una comisión de romanos solicitando su regreso, pero los cardenales le hicieron ver la dificultad de vivir en una Italia fraccionada. Pero su delicada salud le hizo permanecer en Aviñón, donde en 1339 comenzó la construcción de un sólido castillo papal que todavía existe.

La principal preocupación de Benedicto fue terminar con los abusos. Inmediatamente después de su elección expulsó a los clérigos que no eran necesarios en Aviñón y amenazó con castigos muy fuertes a los que no obedecieran la ley de residencia. Anuló las escandalosas «expectativas» concedidas por su predecesor y prohibió la concesión de encomiendas. Atacó vigorosamente la codicia por las ganancias entre los eclesiásticos; reguló los impuestos a pagar por los documentos extendidos por la oficina papal; hizo que las visitas episcopales no fueran más una opresión financiera para los clérigos.

La reforma monástica en fue uno de sus pilares. Siendo él mismo un cisterciense, soñó con revivir el primitivo fervor en los monasterios, así como la devoción al estudio. Algunas constituciones papales relacionadas a los monasterios, así como sus visitas a los mismos atestiguan su interés por el renacimiento de los monasterios.

Su labor terminó con la proclamación de la bula «Benedictus Deus». Celoso también por la preservación de la fé, estimuló a los obispos a estar vigilantes en la represión de la herejía, urgiéndoles en el uso de la inquisición como remedio preventivo.

En cuanto a los asuntos puramente eclesiásticos, el pontificado de Benedicto se puede considerar como enriquecedor de muchos bienes para la Iglesia. Piadoso, prudente y firme, se empeñó a conciencia en lograr satisfacer las necesidades de la Iglesia en un período critico.

En las relaciones políticas, sin embargo, no tubo éxito. Inexperto en política, tenía poca aptitud para la diplomacia, y un conocimiento escaso del hombre y de los asuntos del mundo. Las conflictivas motivaciones políticas lo confundieron. Aunque estaba decidido a actuar independientemente de Felipe VI de Francia, éste tuvo generalmente éxito en someter al Papa a su política. Esto ayudo a evitar el regreso a Roma.

Benedicto XII no se pudo escapar a las calumnias. Reformador, enemigo de la herejía, constructor del palacio papal en Aviñón, renuente aliado de Francia, y enemigo de Alemania, se ganó muchos enemigos que inspiraron apreciaciones anticatólicas de su carácter. Como ejemplo, las sátiras de Petrarca quien habiendo sido patrocinado y colmado de honores por Benedicto, estaba amargamente resentido al fracasar sus intentos de hacer regresar al Papa a Roma. Su obesidad, también estimuló las caricaturas y las críticas.

Benedicto XIII. El Papa Luna.

Benedicto XIII Papa de Aviñón durante el Cisma de Occidente (Illueca, Zaragoza, 1328 – Peñíscola, Castellón, 1422). Perteneciente a un noble linaje aragonés (los Luna), estudió en la Universidad de Montpellier y fue nombrado cardenal en 1375. Participó en el Cisma de Occidente, conflicto abierto por un Colegio cardenalicio de mayoría francesa que, aduciendo que la elección del italiano Urbano VI como papa se había realizado bajo presiones, eligió a otro papa, Clemente VII (1378). Detrás de esta rivalidad entre dos papas simultáneos, Urbano VI en Roma y Clemente VII en Aviñón, se escondía una sorda lucha entre franceses e italianos por el control de la Iglesia; y sobre todo una pugna por el poder en Europa, en plena Guerra de los Cien Años, entre Francia por un lado e Inglaterra y el Imperio por otro. Como hábil diplomático que era, el cardenal Luna se encargó de recabar el reconocimiento del papa de Aviñón por Castilla, Aragón, Navarra, Francia y Escocia, aunque fracasó en sus gestiones en Inglaterra, Irlanda, Flandes y Lieja.

Al morir Clemente VII, los cardenales de Aviñón eligieron a Luna para sucederle, con el nombre de Benedicto XIII (1394). Se negó entonces a seguir la via cesionis que antes había preconizado, consistente en la renuncia simultánea de ambos papas para que el Colegio cardenalicio eligiera a un tercero; su intransigencia le hizo entrar en conflicto con Francia, que le retiró su apoyo. Desvalido ante el ataque de Francia y la insurrección de la población de Aviñón, el papa Luna se refugió durante cinco años en la fortaleza de la ciudad hasta que acudieron a rescatarle tropas aragonesas (1403). Se mostró incapaz de llegar a un acuerdo con los sucesivos papas de Roma (Bonifacio IX, Inocencio VII y Gregorio XII), y resistió con el solo apoyo de los reyes españoles hasta que, en 1409, se impuso la via cesionis y, sin su participación, el Concilio de Pisa les depuso tanto a él como a Gregorio XII y eligió un nuevo papa, Alejandro V. Muerto éste en 1410, le sucedió Juan XXIII, quien convocó un nuevo Concilio en Constanza (1417) bajo la influencia del emperador alemán, Segismundo de Luxemburgo. Dicho Concilio decretó la unidad de la Iglesia, condenó la corrupción de costumbres en que había caído la corte papal en los últimos tiempos y trató de purificar la doctrina contra las abundantes herejías que estaban surgiendo; Gregorio XII y Juan XXIII renunciaron en favor del nuevo papa que eligió el Concilio, Martín V, pero no así Benedicto XIII, quien se negó a acudir a Constanza y trató de imponer sus condiciones. En consecuencia, el Concilio le declaró antipapa, cismático y hereje. Castilla, Navarra y Aragón, así como los pocos cardenales que le quedaban, reconocieron a Martín V como papa, poniendo fin al cisma. Martín V envió a España a un legado con la misión de envenenar a don Pedro Luna, pero no tuvo éxito. Don Pedro Luna murió a los 96 años en Peñíscola.


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4 comentarios en «Los Otros «Benedictos». Segunda parte.»

  1. ¿Como es que haceis mención a Juan XXIII -Giuseppe Roncali- como sucesor de Alejandro V? ¡si fue el sucesor de Pio XII y murió en 1963!

    Gracias por aclararlo.

  2. Juan XXIII fue un antipapa que ascendió al solio pontificio en 1410, sucediendo a Alejandro V y fue obligado a huir y fue depuesto en 1419.

    Al ser antipapa, no se le considera Papa, su nombre y número puede ser elegido por otro pontifice.

  3. Se os ha olvidado mencionar, que fue el propio Roncalli, Juan XXIII, ( 1958-1963) quien al tomar el nombre de Juan XXIII, dio por invalido el concilio de pisa y tomó muy deliberadamente con su gesto la invalidadcion como papa del cardenal Cossio como Pontifice, ya que hasta 1958 ningun papa anterior lo habia hecho ya que el concilio de Pisa lo consideraban legitimo, pese a lo que se habia decidido en el propio Concilio Vaticano I, precisamente la tesis que siempre defendio Benedicto XIII

    Un saludo

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